domingo, 6 de septiembre de 2020

Ciclo de vida.


Cada día que amanece me desangro un poco más. Recibo los primeros rayos de luz como un girasol que precisa de oxígeno para subsistir, insuflo el corazón de ganas y hago el ritual maorí de transformar la pena en indiferencia.

Cada viaje me salva de los demonios que me atormentan. Los kilómetros se vuelven Lorazepam y necesarios. El viento azulado se toma la libertad de jugar con las trazas de mí que aun se pueden despegar. La velocidad como droga macabra se mantiene en mis planes por méritos siempre ajenos.

Cada comida me alivia el pensamiento. Trafico con nutrientes a cambio de estabilidad emocional. Encuentro el equilibrio exacto entre éxtasis y desesperación. Me teletransporto a lugares impensables, cargados de avisos de incendio y gasolina en garrafas de vodka.

Cada tarde aciaga se torna débil y extenuada, el temor constante a claudicar se asoma a la ventana del olvido y se apodera de todas mis dudas. Siento el exilio cobarde del cariño. Buceo en lagos de whisky helado, emborracho a mis neuronas solitarias para que sociabilicen entre sí y dejen de maquetar ciudades de henna.

Cada noche todo vuelve a pasar por el filtro oscuro del recuerdo, se hace canción de amor y los acordes menores se apoderan de la tristeza. Retumban mis oídos en el silencio más absoluto, el dolor de cabeza histriónico y el pavor continuo al fin de todo se hacen evidentes y reales a partes iguales.

Cada madrugada que me desvelo intento entender las cosas que no comprendo durante el día. Trato de ser parte de aquello que odio, busco la esencia de lo que jamás he sido. Y me topo sistemáticamente con un muro escarpado de ideas advenedizas que tratan de desestabilizarme. Que me desestabilizan. Que hacen temblar los cimientos de lo que aparento ser. Y que me empujan sin arnés hacia un vacío inmenso que no distingue trayectorias.

Cada día, cada semana, cada mes, cada año, cada vida. La cárcel cíclica de aquel que mira a los ojos y le planta cara al inconformismo radical que triunfa en redes y extrarradios. La cara B de un disco olvidada y masacrada por la ignorancia de su existencia. La sinopsis pírrica y fugaz de una superproducción en la sombra. 
El éxito aparente sin éxito real, el tira y afloja permanente y la nimiedad más clara y sincera.
El más que posible adiós a todo lo que me conforma.
El apagón total.


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