domingo, 8 de marzo de 2020

Perspectiva icónica.


Eres bonita por fuera y herida abierta sin ganas de supurar por dentro. Casualidad adherida a peligro constante por lo aleatorio de tu querencia. Como una mezcla inmiscible de cada estado y su antagónico, te contoneas salvajemente sin espacio entre mis posibilidades y tus estadios; tus miedos y mis agravios; mi euforia y tu inquietud.

Desafías a la salud más nívea con tus idas y avenidas, sacando de quicio al orden y dejándote llevar por el vicio de lo extraño. Vuelas sin prejuicio alguno por las fronteras del desconocimiento, mientras oteas las mentes desde la lejanía que te dio tu enorme facilidad de ser desigual.

Elevas a la enésima potencia el sinsentido de lo perfecto, y logras reducir el impacto sensorial que generas con la verdad de tus maneras. No has llegado aún a conocerte y ya congregas sentimientos, hace tiempo que te pasaste el juego de dar ejemplo sin quererlo y sigues empeñada en hacerte pasar por idea feliz.

Quemas y agotas a toda persona que intente opacarte, vuelves loco al pensamiento circular y negativo de los que te quieren exprimir. No dejas resquicio alguno a la duda sempiterna del ojalá ajeno, y así favoreces y agrandas tu imagen casi divina, convirtiéndola en menos íntima y mundana.

Te mueves sin presión entre formas dispares, de causar la lágrima fácil pasas a no ser sentida en el aire, condensarte y hacerte piedra angular de cada persona a la que implicas en tu existencia. Y repites patrón con cada víctima sin remordimientos ni voluntad.

A la vez, eres imaginación en polvo en dosis letales. Disuelves, y lo sabes, almas que te confían sus secretos más austeros a modo de juego de rol. No tienes en cuenta tu poder de atracción fatal hasta que ya es demasiado tarde, y succionas vidas de sujetos sin rumbo ni predicado conocido. Haces de verbo mandón sin escrúpulos, pero a la vez tan atractivo que no das pie al rechazo. Destruyes familias sin ser enfermedad, arma blanca o veneno.

Calas muy dentro del pecho y te camuflas entre tórax, pulmones y corazón para familiarizarte con tus parásitos. Inspiras seguridad, espiras dolor y expiras cualquier posibilidad de reset mental.

A veces, al menos, eres texto infundado sin recargo. Lástima que no fueras persona para, si acaso, poder decidir si cambiar tus costumbres. Aunque perderías todo tu encanto y este texto pasaría a tener sentido. Que el mundo siga su curso entonces. Y que ni mueras, ni mates, pero sigas picando mucho.