lunes, 2 de agosto de 2021

американские горки


El egoísmo a veces se camufla en la más absoluta de las indiferencias.

Nos reducimos a instantes de plenitud en bosques de hiedras.

A 'ya veremos' enigmáticos que dan para escape room.

Y nos perdemos en pensamientos vacíos y conservadores que no nos llevan a dónde queremos, pero al menos nos hacen pensar menos.

Tal vez nos acostumbramos a vivir por debajo de nuestras posibilidades; bajamos los brazos por sistema a modo de desistimiento emocional cuando vemos que las curvas pueden hacernos perder la estabilidad, esa de la que tanto presumimos.

Somos coetáneos a la crítica, al severo latir de un motor que nunca frena cuando se lo pides y a una argamasa mágica de ingredientes incisivos que hacen y deshacen a su antojo.

Nos dejamos llevar cuando volamos, pero no volamos por miedo a dejarnos llevar: paradojas y contradicciones de la nueva linealidad. Unos tan de grises, otros tan macro-cromáticos, y mientras el mundo sin poder ver nada con objetividad y dulzura, y con los ojos enjutos y faltos de oxígeno de soportar tanta miseria. A menudo le cargamos el peso, no que nos sobra, sino que nos maniata y reduce, aun siendo ligero, como si tuviéramos la suficiente autoridad sobre él como para hablarle de tú a tú y exigirle según qué cosas.

Muchas veces, se nos olvida quiénes somos y qué merecemos, pero sobre todo qué queremos y quién se merece estar con nosotros en ese hipotético e idílico lugar.
El trabalenguas no es casual, es una demostración escrita y fehaciente de lo complicado que puede llegar a ser comprender, en general. A personas, situaciones, tiempos o sentimientos, en particular.

La carrera que no se enseña, pero que todos cursamos; que se toma a pies juntillas, y se transforma poco a poco en un compendio de jugarretas, zancadillas, heridas, armas blancas y puñaladas mentales, con el único objetivo de llegar antes o ser más que.

Que la ebullición sea ajena, pero no se convierta en rutina con la que lidiar, y que se sequen de una vez todos los charcos pulmonares de tanto llorar hacia adentro.

Que paren el avión, barco, AVE... lo que sea que piensen que es, que yo me bajo, no quiero formar parte de lo que critico a deshoras en la intimidad con mis neuronas.

Sólo quiero preocuparme por las cosas que me hacen reír, me teletransportan y me cautivan; por las que me mantienen vivo y consciente de todas las que no me aportan nada.

Surfear las olas de las voces que me agradan, y abrazarlas.

Provocar el tartamudeo de tus ojos color vida, y quedarme a dormir en ese vaivén hasta que estés segura de casi todo.

Guiñar la piel de aquellos que estén dispuestos a dejarse ser.

Erizar tus ganas, y dar cobijo a cada uno de los pensamientos negativos que te atañen.

Palpar y saborear cada sonrisa ajena como si fuera mía.

Besar todas las dudas, y acomodarlas en butacas vip, para que no pierdan ojo de la función.

Y seguir añadiendo imágenes hasta que, por K.O. técnico, dejen de asaltarme voces y runrunes con el objetivo despiadado de sacarme de la carretera cuando llueve.