martes, 14 de abril de 2020

Carrera de marea.


La incredulidad ajena,
la distanciada mofa,
el zapping aburrido,
la inimaginable estrofa.

La locura oriental,
la represión cobarde,
el político autoritario,
la hoguera que no arde.

La cercanía remota,
la expansión fugaz,
el vecino en llamas,
la decisión audaz.

El brote inicial,
el pensamiento negativo,
la no toma de decisiones,
el pavor furtivo.

El avance ineludible,
el caos sonoro,
la altura de miras,
el antagónico tesoro.

La histeria pública,
el apagón social,
la conciencia inquieta,
Tercera Guerra Mundial.

La asunción pública,
el temor constante,
la soledad sincera,
el amor frustrante.

La anciana invisible,
la madre coraje,
el niño nervioso,
el perro como peaje.

La cárcel propia,
el alma pura,
la fuerza del pueblo,
la sociedad futura.

La sanidad heroica,
el país atado,
los comunicadores ávidos,
el famoso maniatado.

El sufrimiento íngrimo,
la muerte lenta,
el llanto mudo,
la espera eterna.

El descenso obligado,
el año al revés,
la lucha interminable,
la abolición de la fe.

La habituación dolorosa,
el eco de lo que pudo ser,
el freno de mano tardío,
la película que nadie quiso ver.

La vuelta pausada,
las costumbres deslucidas,
el mundo sin dueño,
la vida sin vida.