domingo, 10 de mayo de 2015

Pasado, presente y futuro.


Traté de amar más de lo que pude.
Me escudé en la jodida necesidad de dar a los demás aquello que siempre me faltó.
Nunca fui protesta, elegí ser la elegía que lloraba la muerte de las mentes.
Intenté hacer de ancla en un mar sin fondo, fui testigo inerte de su funesta realidad.         
Me sentí como el avaro ombligo donde iban a parar todos los problemas.
Lo merecía.
Aparté toda la flema y respiré tranquilo, vencí al pánico que me visitó y huí con sigilo de todo aquel que quiso enturbiar mis días. Comprobé que unos labios eran mucho más que un rojo carmesí.
Asumí que la felicidad tenía que ser siempre la cara alegre de la moneda.
Fui la careta que todos quisieron que fuera. Fuera, fuera, salí de allí.


Pese a todo, aquí sigo.
Soy las hojas marchitas del árbol caído, como la fianza a pagar por un corazón a prueba de balas, pero herido.
Soy desconfianza e inconformismo, una versión mejorable de mi mismo, soy la idiosincrasia más absoluta.
Me nutro a base de conocimiento y avanzo sabiendo que el tiempo me sigue la estela.
No tengo ruta, solo una novela a medio escribir que completo cuando sangro.
Bailo permanentemente un tango suicida y arriesgo la piel en cada envite, caigo inconscientemente en el movimiento repetitivo de tu satélite, (inexistente).
Pululo, campo a mis anchas por los amplios jardines de mi mente, y me repito una y otra vez el bulo de que siempre vendrán tiempos mejores, sin hacer nada, idiotez abstracta del ser nómada.


Seré el llanto de una vela que se consume, el lento pestañeo de unos ojos que no aguantan, el suave golpear de la lluvia en las farolas.
Me dejaré llevar por los distintos y castigaré a mis instintos.
Seré pasión, seré perdón y seré poesía, buscaré las olas en el mar de unos ojos sin regreso, caminaré de día de la mano de un pasado obseso, y enseñaré a cada uno de mis miedos a dudar de las palabras.
Volaré sin alas por el cielo de su boca, verteré mis lágrimas al vacío y recuperaré todo aquello que fue mío.
Cambiaré de época, me ceñiré al papel.
Seré la vela de mi barco y el viento que lo impulsa.
Haré de coronel, y evaporaré cada uno de los charcos en los que me ahogué, para que nunca, nunca me sirvan de excusa.

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