lunes, 24 de agosto de 2020

Léeme.


Tras la inexpugnable puerta de papel
escondía su truco.
Tejía de verde miel
cada pliegue de su piel
en busca del silencio absoluto.

El placer de no tener sustituto
no hacía sino indicar,
tras la inútil cortina,
su apego a la heroína
y su triste miedo a dejar de volar.

Qué hacer cuando te niegan la salida...
se olvidó de quién era:
su rutina, sus gustos,
y lo creía justo,
todo por poder amansar la fiera.

Una eterna sucesión de disgustos,
y tras eso, el viaje:
encontró su mirada
como una puñalada
y descubrió lo que era dopaje.

Corazón a dos mil, amerizaje.
Mil mariposas siguió,
y rozando el abismo
se encontró a sí mismo,
cambiando el mono por su vívida ilusión.

Jamás habría pensado, y no pensó
en efectos secundarios
y por arte de magia,
su noche más trágica,
dilapidó todo avance precario.

Hasta tal punto llegó su agravio
que, mirando al cielo,
conociendo el amor ruin,
suplicó al fin, por su fin,
y se estampó de golpe con sus miedos.

Vivió el éxtasis y lo echó de menos,
quizás volvería atrás,
pero estaba atado
de pies, mente y manos
a un futuro llamado "no puedo" (más).

En el suelo amaneció, secuestrado,
y no volvió a vivir.
Se fue como un cobarde
tras volver aquella tarde
a ser amo y dueño de su porvenir.

-No superó su adicción- se oyó decir.
Nadie supo qué pasó
salvo aquella estrella
que, para él, era ella:
no fue de sobredosis, murió de amor.


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